• El Cementerio de la Recoleta por dentro


    De próceres y leyendas

    Un recorrido por las calles interiores del Cementerio de la Recoleta, en la Ciudad de Buenos Aires, deleita los ojos del visitante con mausoleos de los más variados estilos arquitectónicos y hasta 40 metros de altura que, en su mayoría, cobijan los restos de importantes políticos, artistas y escritores, pero sin dejar de lado historias de amor, locura, muerte y leyendas.
    El cementerio se levanta desde 1822 en el barrio que lleva el mismo nombre (en honor a los monjes recoletos) y tiene una extensión de cinco hectáreas, con más de 6.000 sepulcros de los cuales 70 fueron declarados Monumento Histórico Nacional, no sólo por los personajes que albergan sino por su calidad de arquitectura, esculturas, vitrales y las puertas realizadas con trabajo de herrería artística.
    Una vez en el acceso el metro setenta del humano adulto promedio contrasta con el gran pórtico neoclásico sostenido por columnas, que abre camino a la calle principal, arbolada, y con una rotonda central a partir de la cual se bifurcan, en forma de estrella, los senderos que guían la visita. Corona la plazoleta la singular estatua de Cristo anciano, realizada por el escultor Zonza Briano.
    Un permanente tumulto de gente rodea una bóveda estilo art decó que aloja en sus entrañas a Eva Perón, cuyo cuerpo sin vida permaneció secuestrado durante años. Claudia Estumbo, historiadora especializada en cementerios y una de las guías encargadas de la visita a lo largo del de la Recoleta, afirmó: “Hoy, por seguridad, su féretro yace siete metros bajo tierra”.
    El silencio que emiten las bóvedas se quiebra por el silbido del viento a través de las ramas mientras que de los labios de los guías brotan historias como la de Elisa Brown, una mujer que, según Susana Espósito, otra de las guías que realiza “tours” por el cementerio, no toleró la pérdida de su futuro marido en el campo de batalla y se suicidó de una forma muy particular: se lanzó al Río de la Plata con el vestido de novia que jamás pudo estrenar.
    Pero el misterio llegará a su punto máximo cuando, en una ochava, los ojos avisten el sepulcro de Rufina Cambaceres, donde una joven esculpida en mármol mira hacia atrás y está a punto de abrir una oscura puerta de hierro. Según Estumbo, Rufina murió a los 19 años de catalepsia aunque, claro, tuvieron que ver su féretro movido días después de su aparente muerte para darse cuenta. Sus padres la homenajearon con un ataúd tallado en mármol blanco, cuyos milimétricos pliegues, firuletes y escalones, visibles desde el lateral de la bóveda, encierran cuanto de terrible tuvo su historia.
    Entre las personalidades más reconocidas que descansan en el Cementerio de la Recoleta figuran los presidentes argentinos Domingo Faustino Sarmiento, Marcelo Torcuato Alvear y Arturo Humberto Illia, por mencionar algunos. También son para destacar los escritores José Hernández, Silvina Ocampo, Adolfo Bioy Casares y el Premio Nóbel de Química de 1970, Luís Federico Leloir.
    Pero no todo está a la vista y hay historias como la que se oculta tras el nombre David Alleno, que pocos se animan a contar. A simple vista un sepulcro más, pero, confesó Espósito, se trató de un empleado del cementerio encargado de cuidar las bóvedas durante la noche que, tras construir su mausoleo en 1900, se suicidó para ocuparlo.La leyenda ya es imparable y la mayor parte del personal del cementerio afirma conocerla aunque nadie se asume testigo. Por las noches, dicen, se escucha el tintineo del manojo de llaves de su fantasma que ingresa a las bóvedas cumpliendo su trabajo hoy como hace más de 100 años. Pero ni sueñe el curioso visitante con verificarlo, a las 17.30 el repiqueteo de las campanas indica que debe abandonar el cementerio, quien sabe, tal vez, simplemente para no molestar a Don David, como osan llamarlo los más supersticiosos.
    Por: Martín Sacán
    (imagen gentileza www.barriorecoleta.com.ar)
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